ALQUIMIA INTERIOR: LA SUPRACONCIENCIA
Hace más de treinta años que entreno personas en los estudios de la Alquimia Interior y aún así me cuesta describir sus métodos sin utilizar términos que impliquen “hacer” y adquirir conocimiento. La Alquimia Interior no puede compararse con la instrucción habitual o con cualquier formato terapéutico. El entrenamiento no se trata de información o de desarrollar habilidades, sino de un proceso catalítico de transformación que se inicia dentro del individuo y se extiende en reverberaciones que afectan el universo.
La transformación humana es un proceso difícil. No hay comprensión o aprendizaje tradicional que pueda alterar la estructura egóica cualitativamente, porque la re-estructuración no envuelve una decisión o una activación de la mente lineal; al contrario. La transformación alquímica ocurre por gracia del alma y del espíritu en un envolvimiento más allá de la mente racional. El individuo tiene que distanciarse de sus identificaciones y posicionarse firmemente en una identidad energética que no tiene forma. A menos que la personalidad esté bajo el comando consciente de la voluntad superior, y su conexión con el espíritu sea clara y firme, la operación alquímica será imposible.
Solo un ser humano en alianza con las fuerzas planetarias y cósmicas puede ejecutar una operación alquímica. La piedra-imán transmutadora no es un magneto físico sino que es la persona misma, quien evoca, maneja y dirige energía y fuerza. El propósito es la transmutación y la reconstrucción de mundos a través de los poderes investidos en un ser humano que, como Conciencia encarnada, incorpora substancia prima. Lo que comanda es la voluntad superior de la Conciencia por medio de una inteligencia humana flexible y clara.
Los procesos naturales de percepción y redirección de energía son automáticos, inconscientes, pero en la Alquimia Interior se convierten en herramientas conscientes. La dificultad de las personas yace en soltar su control tenaz sobre la realidad personal para percibir, comprender, y actuar fuera de un patrón común. La mayor parte del trabajo consiste en dejar de hacer lo que hacemos normalmente y desaprender el sistema de clasificación estándar erigido sobre datos “creíbles” y tangibles. Se desarrolla otro tipo de inteligencia que es no-lineal, más afinada con la sensibilidad emocional que la categorización intelectual.
El desaprender es difícil; implica crear espacio en vez de llenarlo. Apartarse de la dependencia en la percepción sensorial y el significado es igualmente arduo. Aprender envuelve espacio y sensibilidades ocultas, el fluir y la experiencia directa transmitida en códigos rítmicos y resonancia profunda subjetiva. Tan enigmática como sus métodos, la alquimia ocurre en un hiato, un espacio vacío de no-saber que se asemeja a la meditación, con la distinción que requiere la habilidad de distinguir frecuencias, cualidades y realidades materiales, de expresiones emocionales y espirituales. No es sencillamente un soltar o flotar en un espacio de tranquilidad; se requiere foco y propósito. Al desaprender y re-aprender, perfeccionamos la habilidad de observar, vivenciar, y saber, atributos humanos que permiten el discernimiento y la discriminación, la dirección y la construcción desde otro posicionamiento.
En el contexto de la enseñanza, “interior” implica la percepción de fenómenos de ultra elevadas frecuencias por medio de sensibilidades o “sentidos” internos. No existe fórmula; su activación depende del grado de la sensibilización individual más allá de intereses personales. La percepción emana del nivel más elevado del Yo desde el cual se decodifica a través del manejo de facultades humanas diferenciadas, inherentes al género. Una persona consciente de sus habilidades humanas y divinas es capaz de administrar substancia y determinar niveles de realidad. Percibe profundamente y su influencia se extiende por vastos espacios.
El entrenamiento en Alquimia Interior involucra el refinamiento del instrumento de percepción, y ese instrumento no es otro que el yo personal. Según como seamos y sean nuestros intereses percibiremos el mundo a nuestro alrededor. Se requiere de una objetividad interior, desde donde la percepción ocurre más allá de procesos subjetivos psicológicos. Aunque el trabajo no es analítico ni terapéutico, envuelve una cierta tolerancia a la inseguridad y a la duda, y una capacidad de auto-crítica que por naturaleza es algo incómodo. Cualquiera que esté dispuesto a traspasar la zona de confort para limpiar las ventanas de percepción califica para la instrucción. Las tipologías mentales o intelectuales confrontan mayores dificultades, así como las tipologías emocionales o sensoriales apegadas a la auto-gratificación.
A través de un estudio a fondo de uno mismo y de los ingredientes que utilizamos espontáneamente – pensamiento, sentimiento y resonancia – aprendemos sobre la naturaleza y sus dinámicas. Entonces nuestra unidad cuerpo-mente cataliza el refinamiento de la materia, y los elementos de tierra, agua, fuego y aire se expresan como atributos naturales de coherencia, emoción, inspiración y comunicación. La colaboración con el reino angélico se vuelve posible. Sencillamente, al volvernos conscientes y plenamente presentes, alteramos la proporción de la conciencia en la materia en favor de la luz y de la expansión: adquirimos el poder de re-condicionar los elementos y redefinir nuestro contexto global. Una vez dominado lo básico de la Alquimia Interior, deliberadamente nos convertimos en agentes de cambio global.
La mente masculina puede afinarse con la Alquimia Interior, pero esto es más fácil para las mujeres que ya viven en realidades no-lineales. Esta es la razón principal del programa de los Misterios Femeninos, un proyecto tan importante en nuestra agenda. En la actualidad se requiere la activación de las polaridades energéticas particulares de la mujer, combinadas con la flexibilización de facultades intelectuales en el hombre. El propósito de la Alquimia Interior es crear un puente entre la percepción humana y divina, y manifestarlo en nuestro mundo concreto por medio de la excelencia de género como “la mujer interior” y “el hombre interior”. El resultado final es la liberación en nuestro mundo de una fuerza transmutadora que facilita el salto evolutivo.
La Alquimia Interior responde hoy al deseo urgente de la humanidad por crear un mundo mejor para nosotros y para las generaciones que vendrán. Del mismo modo que las partículas finas del compuesto de la personalidad vibran como una unidad y responden en unísono a cualquier alteración, el universo físico entero, el sistema solar, y la galaxia también responden a la estructura modificada de un solo ser humano. La Alquimia Interior alinea el individuo con la inteligencia mayor que rige el universo para que así alcance la condición mas alta permitida a la sabiduría encarnada – convertirse en un canal de fuerza terrestre y cósmico.
Lo que condiciona nuestro conglomerado personal es lo mismo que rige el universo: la Conciencia. La Alquimia Interior libera Conciencia y entonces nos muestra como podemos aplicarla en beneficio de la totalidad. Nos convertimos en el Todo. La supra-consciencia ES la piedra angular de la alquimia.