ZULMA REYO

Nací de padres puertorriqueños en 1943 en Nueva York, una ciudad donde la mezcla de elementos caribeños, norteamericanos y europeos es muy marcada. Mis raíces puertorriqueñas me dieron las tradiciones y el carácter latino, mientras que mi exposición a las culturas norteamericanas y europeas ayudó a dar forma a mi intelecto. La mía es una historia de la segunda mitad del siglo XX, contada por una hija de una pequeña isla en el Caribe, que sufre la agitación de una crisis de identidad: lo viejo versus lo nuevo, lo español versus lo norteamericano, el cristianismo versus las expresiones chamánicas. Mi vida hogareña también fue otro contraste: la nuestra era una casa católico-Romana, pero mi madre era una médium natural de trance completo y mi familia participaba en sesiones de rescate espiritualista. Estudié Humanidades en la Universidad de Puerto Rico. Completé una licenciatura en Literatura y Lenguas Románicas en la Universidad de Nueva York, donde empezaron a desplegarse los comienzos de mi búsqueda formal para comprender la complejidad de la condición humana. Completé una maestría en Educación en la Universidad de Nueva York, que fue seguida por estudios de postgrado en psicología y asesoramiento en “San Fernando Valley State College” en California.

Esta era la California de los años 60 y 70, y en este entorno aprendí sobre los desarrollos emergentes de la Nueva Era en la exploración de la conciencia, lo que a su vez me llevó a estudiar la Terapia Primal con Arthur Janov en Los Ángeles Primal Institute. Pero siempre comulgué con lo “invisible”. Nadie me enseñó el tipo de devoción que tengo por la luz divina: este sentido de religiosidad siempre fue privado, personal, incluso irreverente. Hubo un tiempo en que quería ser judía. Otro, cuando quería ser musulmana. Nunca consideré el ateísmo. Mi impulso interno por conocer a Dios me llevó a viajar a diferentes países, a conocer a diferentes maestros y a aprender de muchas tradiciones. Las primeras etapas de mi conocimiento y capacitación tuvieron lugar en los Estados Unidos, el Reino Unido, y luego por fin en la India. Me rodeé de sabiduría ancestral y me sumergí en múltiples psicoterapias (Gestalt, Psicosíntesis, masaje básico, Bioenergética, equilibrio energético, Polaridad, regresión y artes psíquicas, entre otras). Aprendí sobre las religiones del mundo, la meditación y varios métodos de curación. Exploré las tradiciones orientales y occidentales, como el Cristianismo Esotérico, la Teosofía, la Antroposofía, Zen, el Budismo, el Sufismo, el Taoísmo, el Tantra y las filosofías occidentales. También estudié ciencias esotéricas, ocultismo y parapsicología.

Entonces comenzó mi viaje en la enseñanza. En primer lugar, abrí una consulta privada en California y Nueva York. También fui co-presentadora en  un programa para Manhattan Cable TV, llamado Dimensiones en Parapsicología. Elegí enseñar no porque quisiera enseñar per se, sino porque deseaba compartir y jugar con otros. Comencé con lo que en verdad es contactar la interioridad de una persona, buscando recordarle al alma dispuesta, la belleza que hay en ella. Mis herramientas simples provienen de la plenitud y el amor que he conocido en los recovecos internos. Mi enseñanza combina mi conocimiento adquirido de diversas enseñanzas y prácticas con mi herencia personal particular. Desarrollé Alquimia Interior, que es un sistema para experimentar la realidad de la Conciencia Superior, no solo como una vía para la experiencia interior, sino también como un principio de acción directa en el mundo.

Fundé la Escuela de Conciencia de Alquimia Interior en Brasil y luego en Argentina y Paraguay.

Una vez que sembré mi legado en América Latina, seguí mi sueño de llegar a más personas expandiendo mis actividades a Europa, y me instalé en España a mediados de los 90. Allí, consolidé mi línea de trabajo y seguí desarrollando mis propios métodos de meditación y autoconocimiento. He pasado casi cuatro décadas de mi vida dedicada a la enseñanza, escritura, capacitación, talleres y conferencias. Gracias a tantos estudiantes, he aprendido sobre mí y la magia de Ser.  Mi vida, y todo lo que puedo ofrecer, es un homenaje a todos aquellos cuyo amor y confianza me recuerdan constantemente el privilegio de enseñar y aprender. El propósito de todo esto siempre ha sido abogar por la transformación personal, como una forma de asegurar el cambio social y mundial y, mientras  sin dejar de formar a personas para que adquieran  la maestría del camino de Alquimia Interior.

El entorno familiar

Incluso antes de empezar a hablar, aprendí a enfocarme y a invitar al mundo natural dentro de mi conciencia. No sería fácil. Impresiones de luz y movimiento coloreaban mi sensibilidad. Estaba desubicada frente al "mundo real" y con la infinidad de factores invisibles que se imprimen en la tierna psique de un niño. Veía  más allá de los sentidos y no podía entender cómo una persona podía ser tan bella y no saberlo. Siempre quise compartir mi percepción con la esperanza de que otros vieran lo que yo veía. Entonces, entré en la profesión docente. Mi vida y todo lo que puedo ofrecer hoy es un homenaje a todos aquellos cuyo amor y confianza me permitieron compartir y enseñar lo que soy.  Principalmente les agradezco a todos y a cada uno por enseñarme sobre sí mismos. Puedo decir que aprendí a ser una terrícola a través de ellos.

Lo que mucha gente no sabe sobre mi vida es lo difícil que fue ser hija de un médium de trance completo. Compartiendo algunos aspectos de su sensibilidad, con ella aprendí, directamente y sin esfuerzo desde la infancia, el sutil telón de fondo de la vida en todos sus niveles. Poco sabía que me estaba entrenando para mi futuro trabajo. 

Cuando mi madre incorporaba, la energía en la habitación cambiaba por completo 

y yo la "perdía". Me asustaba el verme privada del poder de contención materno y de la protección femenina, provocando en mí una sensación de inseguridad. Finalmente llegué a reconocer "quién" o "qué" estaba allí por la calidad de las frecuencias que emanaban de ella.

Esto es lo que percibía.  Algo que años después observaría repetidamente cada vez que una persona se pierde y renuncia a su poder interior. Entonces la persona se convierte en un instrumento de otra inteligencia, en el mejor de los casos de espíritus sublimes de luz, pero con mayor frecuencia de entidades ordinarias o formas de pensamiento de frecuencias medias a bajas. El caso de mi madre era un poco diferente en el sentido de que su mediumnidad ocurría en un entorno seguro y adecuadamente preparado. Veía su cuerpo envuelto como dentro de un globo de gasa. Este se inflaba al comienzo de una transmisión, y luego se vaciaba una vez que terminaba. Cuando estaba a punto de "recibir", ella se quedaba muy, muy quieta. Con el tiempo pude detectar su conciencia proyectándose en un ángulo, en un estado de suspensión extática, desconectada de lo que estaba pasando a través suyo. En esos momentos entre realidades, su respiración cambiaba, al igual que el timbre de su voz. Tenía los ojos abiertos, pero no eran suyos; se volvían más oscuros de lo habitual y brillaban con una luz desconocida.

Las reuniones en casas de familiares donde mi madre, mis tíos y mis tías se reunían para realizar "servicios" de incorporación y rescate, aliados con ayudantes del "otro lado", eran sacrosantas. Se consideraban un servicio de amor, y esto sentó un precedente en mí para el resto de mi vida: considerar nuestras facultades y poderes humanos como instrumentos de ayuda y guía para los demás. La familia se juntaba y se ponía a disposición para recibir instrucción y servir. El ambiente siempre se preparaba cuidadosamente antes y después de los servicios. Se tomaban todas las precauciones y se invocaba la protección espiritual. Esto imprimió en mí un cuidadoso sistema de diagnóstico y evaluación que uso hoy en todo trabajo espiritual.

Entre la edad de 7 y 16 años estuve presente en muchas de esas reuniones y aprendí a percibir el mundo sutil que nos rodea y a discriminar. No veía con mi vista. Veía con mi sensibilidad en un estado de percepción difusa. Aprendí a saber sin palabras como si fuera la cosa más natural del mundo. La aguda sensibilidad que desarrollé entonces es lo que me permite enseñar hoy una percepción correcta de la frecuencia energética.

Cuando mi madre finalmente se dispuso a tomar el control de su vida, decidió terminar con las canalizaciones. Le tomó un tiempo. Enfocaba su mente, respiraba hondo y así finalmente cerró el acceso indiscriminado que la había marcado desde la adolescencia. Ella logró esto a través de pura fuerza de voluntad, concentración y dominio de la energía. La admiré tremendamente. Para entonces yo era una mujer adulta y seguí sus pasos, promoviendo el discernimiento en mis estudiantes y enseñando el dominio de las facultades humanas a quién le interese escuchar.