MITOS DEL APRENDIZAJE

Bajo el árbol de la enseñanza de Terence McKenna

Bajo el árbol de la enseñanza de Terence McKenna

El que tenga ojos, que vea. El que tenga oídos, que oiga. 

Las grandes universidades del renacimiento que se abrieron para la diseminación de filosofía, arte y ciencia clásicas a un mayor número de personas, exigían del estudiante gran esfuerzo, disciplina, e iniciativa. La responsabilidad recaía enteramente sobre él, su empuje y los medios a su alcance. Antes de eso, la enseñanza se limitaba a entrenamiento técnico y formación selectiva de manera rígida y unilateral y para unos pocos.

En el presente, el concepto de la enseñanza abarca la pedagogía innovadora del siglo XX que respondió a la flexibilidad y desarrollo de la mente, y al papel dominante de la psicología personal. Escuelas como “The Little Red Schoolhouse” y el abordaje de Rudolf Steiner nos inculcaron la importancia de estimular el estudiante inicialmente para que sea él mismo el que quiera ser instruido. Se dio a conocer varios tipos de inteligencia, y la percepción del mundo único e interior adquirió igual importancia que el propósito.

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En todos los tiempos, el aprendizaje abarca los aspectos de la vida diaria y su experiencia. Comienza en la casa, la familia, el entorno social, y se extiende a la universidad o escuelas técnicas. Cada tipo tiene requisitos diversos y recalca diferentes disciplinas. Infelizmente, se sigue considerando al aprendizaje en general como si fuera una fuerza que va en una sola dirección: es el maestro el que impone las reglas y el material de estudio. La relación entre el maestro y el pupilo permanece formal.

De todos ellos, la formación espiritual se distingue de la aplicación externa que enfoca la ejecución y la apariencia, de la capacidad interna y profunda de percepción.

 

La espiritualidad

La espiritualidad no es un oficio para el cual se puede preparar a una persona y depende tanto del maestro como del estudiante. El aprendizaje espiritual no se basa en seguir un manual de reglas e instrucciones, ni requiere esfuerzo intelectual. Implica romper con toda fórmula mecánica y una iniciación voluntaria en un estado de constante receptividad, conciencia, y manejo de energías. El movimiento y la flexibilidad son esenciales, así como el delicado arte de escuchar y transmisión.

La apertura de Conciencia requiere una especie de malabarismo donde se observan las reglas del mundo físico mientras se sigue fielmente a los dictados de la sensibilidad interior. El primero trata la administración de formas, lo que se vive en el cuerpo físico y se maneja todos los días. Lo segundo sigue una ética universal en dónde la realidad de la experiencia profunda interior espeja una perfección absoluta. Para una personalidad normal todo esto acarrea miedo, inseguridad y riesgo constante. En vez de comodidad y conveniencia, el camino espiritual es uno de discriminación, y aunque se puede combinar con una vida urbana, no casa con las prioridades materiales usuales.

No es un hacer. Nace desde el interior del buscador, predominando sobre todo lo demás. Define la manera como funciona su inteligencia y sus sentidos, determinando prioridades que aparecen abstractas para los demás, y evocando una visión amplia y profunda de la existencia. El maestro espiritual solo puede facilitar la experiencia que el estudiante trae dentro de sí mismo y ayudarlo a encajar ese estado de Ser dentro del mundo. La información que imparte tiene como propósito crear espacio y definir afinidades, trazando una ruta milenaria invisible. Es el camino inverso a la preparación habitual del estudiante para el mundo. En vez de acumular información, se extrae la esencia de la realidad y se Sabe.

Atención

La postura del aprendiz en el campo de la espiritualidad es de sustentar la lucidez y propósito de un Ideal y una percepción amplia, a veces difusa, de fenómenos fluctuantes sutiles. Trasciende tiempo y espacio, ingredientes básicos de supervivencia física y manejo material. Todo ello mientras guarda salud física, mental y emocional en un mundo complejo de reacciones.

La visión parte de un cambio de frecuencia vibratoria en todo el cuerpo que desarrolla una atención sin tensión. Ésta activa una inteligencia holistica superior que supera cualquier interpretación personal. Se asemeja al tipo de atención y apertura necesaria para vigilar un amplio campo de posibilidades, sin punto fijo.

Percepción

La percepción es la actividad descodificadora de la inteligencia. A nivel espiritual requiere un ajuste en el lente del observador que traspasa la experiencia de ser el sujeto que percibe el mundo externo y se relaciona con él como agente activo y manipulador, a ser un ente receptivo de experiencia continua, influenciado e influenciando su entorno.

Se puede comparar a un estado de ensoñación o elevación donde se percibe a sí mismo desde una cierta subjetividad objetiva, en igual plano con lo que nos rodea. La realidad es una experiencia que revela un mundo diferente y al mismo tiempo familiar, más luminoso, y de extensión y colorido mayores.

A nivel emocional esta percepción envuelve la extensión de la sensibilidad en una frecuencia que, siendo intensa, es muy sutil. 

Actitud

Para ajustar adecuadamente la capacidad de su sensibilidad, el aprendiz deberá conocer el campo vasto de las emociones cotidianas y al mismo tiempo haber adquirido un cierto dominio sobre ellas para que ya no controlen su atención. El sentimiento captado a estos niveles envuelve todo el Ser. La interpretación, el reconocimiento, o la revelación, vienen como consecuencia de una receptividad afectiva impersonal.

La experiencia de la Verdad se capta con todos los sentidos, en todos los niveles, y posibles propósitos, en un estado de trascendencia, sin definirse o acatarse a las prioridades o significados materiales.

El maestro espiritual guía al estudiante de la Verdad hacía la percepción global y el reconocimiento de la perfección, mediante la profundidad y amplitud de sí mismo y su experiencia en el mundo. Nunca lo obliga o le exige nada que no parta de la propia disponibilidad del individuo. La responsabilidad y el permiso explícito o implícito del estudiante es fundamental por la sencilla razón que aprender envuelve el desarrollo y refinamiento de su voluntad. El maestro orienta a través de insinuaciones o directivas sedimentadas en la ética universal, y las conclusiones a las cuales pueda llegar el estudiante nunca son comprobables ni comparables en el sentido material.

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El verdadero maestro inspira al estudiante en la experiencia de estar solo frente a su propia Verdad, y entero, tomando sus propias decisiones, asumiendo las consecuencias, y aprendiendo por medio de su compartir y liderar en el mundo. En vez del tradicional pastor plácido que acorrala y alimenta las ovejas necesitadas, en el camino espiritual el maestro es maestro de maestros.

 

Mitos

Las enseñanzas crean expectativas y el aprendizaje, ambición.

En lugares como Suramérica, hay una tendencia a adoptar una postura de distanciamiento condicionado hacia el maestro. Éste se eleva de cierto modo como título, aunque en la realidad es un empleado más al que se le paga para que modele una imagen o forma. El estudiante solo tiene que obedecer, y a esa actitud se le llama “respeto”. No piensa por sí mismo, meramente repite lo que “debe ser”, respondiendo automáticamente a la confusión que prevalece entre saber y ser. Se le exige al maestro que forje el estudiante por medio de instrucciones e información impartida. La interpretación y la aplicación flexible posterior es un efecto secundario al que no se le presta mucha importancia.

Bajo la superficie estoica del estudiante “respetuoso” se esconde resentimiento y la exigencia de que en algún momento le reconocerá como alguien especial. Su atención se limita a focos de atención muy breves en donde predominan las prioridades materiales – los sentidos y el intelecto. Por debajo de todo ello se intuye una esperanza pueril: la promesa de una formula para ser dueño de la verdad que le gane el respeto y la admiración de sus mayores e iguales. Porque para tal individuo, la Verdad es un premio que gana con el tiempo y el dinero, avalado por un certificado al final.

En algunos otros lugares del mundo la postura tanto del maestro como del estudiante va hacía el extremo opuesto. Poco se obedece, o se respeta, y bajo el sello de individualidad y creatividad se distorsionan las verdades y se erigen expectativas absurdas.

 

Conclusión

No se puede vender gato por liebre. Habría que entender mejor los conceptos de la educación, la maestría, la disciplina, el tipo y los niveles de la enseñanza, y finalmente reconocer las implicaciones de la aptitud y disposición del individuo. Más importante es el reconocimiento de la dignidad de la naturaleza de la transmisión y la profundidad del compromiso genuino que se requiere para aprender lo que sea.

Para todos, el laboratorio o la escuela del aprendizaje es siempre la vida, la materia-substancia que compone la experiencia diaria y las situaciones comunes. Con esta vivencia consciente y sustentada, el ojo y los sentidos agudos del aprendiz vislumbran un universo de matices, tonalidades, significados y relaciones de todo tipo. Las situaciones más difíciles se convierten en un desafío y adquieren un propósito que abre a la comprensión de múltiples posibilidades y probabilidades.

En este tipo de experiencia, la relación entre el maestro y el estudiante pasa a ser una de integridad, respeto real y gratitud – al primero por la oportunidad de servir y al segundo por el contacto esencial interior que revela infinitos matices de sentimiento y significado mayores.

Lo único que pide el aprendizaje es que salgamos del centro del escenario. Esencialmente, no hay gran diferencia entre el aprendizaje técnico, universitario, o espiritual. Se trata de las prioridades y el discernimiento del individuo

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